El puente

Vista del puente y del Museo desde la terraza-mirador situada en la calle de Serrano

La construcción de un paso elevado que facilitara la comunicación entre las zonas Este y Oeste de la capital se planteó como una necesidad causada por la rápida expansión urbana experimentada por Madrid a finales de la década de los cincuenta y el incremento de tráfico que ello conllevaba.

Se eligieron las calles de Juan Bravo y Eduardo Dato para este fin por las características del terreno, aprobándose en 1968 el proyecto redactado por los ingenieros Alberto Corral López Dóriga, José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón que había tenido en cuenta los aspectos estéticos en el diseño y construcción del puente, valorando el entorno urbano en el cual iba a estar situado.

Este paso elevado, obra de ingeniería modélica, tiene 320 metros de longitud, 16 metros de anchura y una pendiente continua en todo el tablero, su trazado tiene una esbeltez y ligereza extraordinaria gracias a los materiales y los métodos empleados.

En las vigas que conforman la estructura del puente se utilizó acero cortén, importado de Alemania. Sobre estas vigas se acoplaron placas de hormigón blanco, materiales ambos que presentan un contraste atractivo de texturas y colores.

El tablero quedó suspendido por recios pilares de hormigón blanco con fuste y capitel a la manera de columnas, de gran esbeltez.

El diseño de las barandillas se encargó a Eusebio Sempere. Están realizadas en hierro y se disponen en módulos, con dos planos paralelos, en los que el motivo en "S" del panel delantero se superpone a las barras rectas del que sirve de fondo.

En los tramos centrales y accesos del puente las "eses" se sustituyen por círculos. En ambos casos, el entrecruzado de líneas produce, a medida que se desplaza el transeúnte, sensaciones visuales y de movimiento.

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