Indicadores de incendios
En 1864 se propuso un curioso sistema llamado indicador de incendios, un librillo de bolsillo en el que figuraban todas las calles de la ciudad y sus afueras numeradas por orden alfabético.
El sistema ideado consistía en hacer sonar dos campanas con sonidos diferentes alternativamente para completar cifra a cifra, el número de orden de la calle en cuestión en la que se estaba produciendo un siniestro. Sin embargo, este novedoso ingenio que hubiera puesto remedio al confuso sistema de campanadas, responsable en buena medida de la tardanza al acudir a los incendios, nunca llegó a implantarse.
En 1883, la obra titulada Organización del servicio de incendios en América, París y Madrid, de José María Aparici, proponía un buen número de mejoras para dejar atrás un sistema de avisos que consideraba “vicioso y sujeto a equivocaciones, que alarmaba inútilmente a la población y provocaba que los auxilios llegasen tarde...”. Sugería “establecer el telégrafo y, mejor aún, el teléfono para comunicar todos los puestos con los depósitos respectivos”.
Para estudiar esta y el resto de propuestas de mejora, el Ayuntamiento instó a la Comisión de Policía Urbana a crear una subcomisión constituida por tres concejales que determinó que “El sistema de señales por campanadas no es bastante por sí solo, pero no puede pensarse en sustituirlo por otro que no sea el teléfono, cuyo establecimiento debemos procurar con urgencia”.