Animales. Pautas para prevenir agresiones en animales

Uno de los problemas que pueden presentarse en la convivencia con nuestro animal de compañía, especialmente perros, es la aparición de conductas agresivas que pueden desencadenar accidentes de gravedad muy variable.

A continuación se detallan algunas recomendaciones para su prevención.

En cualquier caso, ante la aparición de cualquier signo relacionado con este tipo de problema, diríjase de manera inmediata a su veterinario ya que el abordaje y tratamiento tempranos mejoran enormemente el pronóstico.

Tenga en cuenta, además, que la Ley 7/2023 de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales establece como obligación de los titulares o responsables de animales el recurrir a servicios de un profesional veterinario, o veterinario acreditado en comportamiento animal, siempre que la situación del animal lo requiera.

Recomendaciones generales para evitar conductas agresivas en su animal

  1. Evite exponer al animal a aquellas situaciones que han desencadenado anteriormente una respuesta agresiva salvo que esté siguiendo un programa de modificación de conducta supervisado por un veterinario etólogo.
  2. Procure que el perro disponga de un espacio donde se encuentre cómodo y donde podamos llevarle en caso de que le veamos muy nervioso o interpretemos que va a producirse una situación que puede llevarle a expresar una conducta agresiva. En este espacio el perro debe tener una zona donde pueda dormir, un bebedero, algún juguete y comida (salvo que el problema sea por protección de recursos).
  3. Establezca límites y pautas de convivencia consensuadas entre todos los miembros del grupo familiar y supervisen su cumplimiento sin emplear correcciones verbales o castigos físicos.
  4. Utilice las herramientas de prevención recomendadas en vía pública y en el domicilio.  El bozal puede evitar agresiones poco predecibles en entornos difíciles de gestionar por el perro. Puede ser muy útil, aunque no tenga obligación de llevarlo, el colocarle un bozal al transitar por lugares bulliciosos o con una alta densidad de perros y/o personas, en función del problema de cada individuo. Llévele atado en todo momento salvo en lugares y horarios habilitados para poder soltarlos siempre y cuando no haya sido calificado como potencialmente peligroso y no exista riesgo para otros perros y personas. Dejar un collar puesto en casa de forma permanente puede ayudarnos a contener más fácilmente al animal en un potencial caso de agresión.
  5. Conozca y profundice en el lenguaje corporal canino, prestando especial atención a las señales de aviso de agresión, como la rigidez corporal, detenimiento del jadeo y cierre de boca, la retracción de las orejas hacia atrás, la mirada de medio lado exponiendo la parte blanca del ojo y, por supuesto, la muestra de los dientes y el gruñido.
  6. No corrija las señales de aviso. La inhibición de este tipo de signos puede producir que el perro deje de expresarlas y de esta forma sea más complicado predecir un posible ataque.
  7. Supervise cualquier tipo de interacción del perro con niños (especialmente) o personas vulnerables. Un perro que ha agredido no puede compartir espacio con un niño sin la presencia y vigilancia de un adulto responsable.
  8. Trabaje con supervisión de un profesional cualificado en la modificación de la conducta agresiva e implíquese en su tratamiento. No se recomiendan aquellas terapias en las que el responsable/tutor no pueda estar presente y no deben emplearse técnicas que puedan resultar intimidantes, lesivas o que le generen incomodidad al animal.
  9. Acuda a su veterinario a realizar chequeos periódicos. En ocasiones, el único signo de enfermedad en un animal es un cambio en su comportamiento. Puede que un problema clínico haya sido el origen de la conducta agresiva del animal o esté contribuyendo a su cronificación y expresión. El dolor o las molestias crónicas, el picor, alteraciones metabólicas o neurológicas pueden estar influyendo en su carácter de forma significativa.
  10. Los problemas de comportamiento requieren de un buen diagnóstico por parte de un veterinario especializado en conducta. Entre los tratamientos recomendados pueden incluirse la castración, sesiones de modificación de conducta o el empleo de medicación específica.
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