La contaminación acústica
Cualquier actividad humana conlleva casi siempre un nivel de sonido más o menos elevado. Según el tipo, duración, lugar y momento en el que se produce, el sonido puede resultar molesto, incómodo e incluso alterar el bienestar de los seres vivos. En ese caso, se denomina ruido y se considera contaminación.
El elevado pulso de vida en las ciudades modernas, en las que se desarrollan un gran número de actividades, hace que el ruido sea un elemento muy presente, que influye significativamente en nuestra convivencia y en nuestro bienestar. Los principales focos de ruido son nuestras propias actividades cotidianas, por ejemplo, los desplazamientos en vehículo para ir al trabajo llevan asociados una componente intrínseca de ruido.
Según la Ley del Ruido (37/2003, de 17 de noviembre) la contaminación acústica se define como la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente.
Efectos de la contaminación acústica
El tipo de ruido característico de las ciudades, y sus niveles más frecuentes difícilmente pueden causar efectos sobre el sistema auditivo, aunque si estar relacionado con otros tipos de efectos perjudiciales para la salud. Los últimos estudios muestran como la exposición al ruido puede ser un factor a considerar en casos de estrés o insomnio.