Historia del museo
El Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana, está situado bajo el paso elevado que une las calles de Juan Bravo y Eduardo Dato, contiene una excelente colección de escultura abstracta española.
Los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón, autores del puente y el artista Eusebio Sempere idearon un espacio para aproximar a la ciudadanía a las más modernas tendencias artísticas.
Este Museo tiene además la particularidad de constituir un ámbito urbano donde los elementos funcionales -puente, accesos, pasos de peatones, etc.,- forman un todo unitario en el que quedan perfectamente integradas las esculturas que allí se exponen.
La repercusión y la importancia que tuvo en su momento el desarrollo de esta inciativa, no se puede entender sin una valoración del contexto en el cuál surgió, ya que el proyecto participaba del espíritu renovador que se extendió a todos los órdenes de la vida nacional durante la última etapa del franquismo.
Por otra parte, en su planteamiento como Museo, está en relación con las nuevas corrientes museológicas que aparecen en Europa y América a partir de la Segunda Guerra Mundial, y que dieron lugar a la creación de diversos tipos de espacios expositivos al aire libre. En el campo de la escultura surgen recintos como el Parque Vigeland en Oslo (1947), el Middelheim de Amberes (1950) o el Hishhorn Museum and Sculpture Garden de Washington (1966). El Museo de la Castellana fue el primero de estas características que se creó en nuestro país y ha sido un ejemplo a seguir en otras ciudades españolas. Así, en 1973 se fundó el Museo de Escultura al Aire Libre en Santa Cruz de Tenerife, en las plazas de Barcelona se erigieron numerosas esculturas monumentales con motivo de las Olimpiadas del 92, y, en el mismo Madrid, se desarrollaron otros proyectos semejantes, como El parque Juan Carlos I en el Campo de las naciones (1992) o la Exposición de Escultura al Aire Libre del Centro Cultural Conde Duque (1993).