Vitrina 7. El brillo de la sombra

Rafael Barradas:  Boceto para La linterna mágica. Ilustración en Un teatro de arte en España, 1926

El problema de la autoría de las obras de los Martínez Sierra surge desde el mismo momento de su producción. Algunos de sus coetáneos, no tenían duda de que era ella y no Gregorio quien escribía las obras.

Augusto Martínez Olmedilla en su obra Arriba el telón hace un reconocimiento explícito de que "efectivamente, detrás de Martínez Sierra había otro escritor: su esposa" (Arriba el telón, 1961, p. 248). En Gregorio y yo la propia María explica los motivos de su colaboración, concepto que mantuvo hasta su muerte en 1974. Aunque ya en 1930 Gregorio, en un documento que él mismo firma, declara la colaboración con su mujer.

En el año 2006 el Ayuntamiento de Madrid a través del Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía y la Dirección General de Igualdad de Oportunidades, convoca el Premio de Teatro María Lejárraga, en su primera edición que tiene por finalidad premiar textos de teatro cuyo tema o argumento sea el reconocimiento de las mujeres en el mantenimiento y desarrollo de una sociedad civil, democrática y justa. Este premio no es más que una de las muchas iniciativas que en los últimos años han intentado rescatar del olvido a María Lejárraga.

María de la O Lejárraga aunque cobijada bajo el nombre de su marido forma parte, por méritos propios, de la historia del feminismo en España. Su lucha fue intentar cambiar el papel que la sociedad asignaba a las mujeres y el que ellas reivindicaban para sí mismas.

Como siempre, nadie mejor que ella para explicarnos el poder de la tradición frente al juicio de la razón:

"...Ella estudiaba..., ella pensaba..., ella sabía... ¿Qué habrás sabido tú que haya ignorado ella? Fue tu compañera, y no fue tu igual...Pensó contigo, lucho contigo, trabajó contigo, se afanó contigo; ¡tú solo triunfaste!... No fue una mujer; fue lo que a fines del siglo XIX y a principios de XX se llamaba «una feminista». Y en vez de gritar osadamente: «Quiero vivir», suspiró neciamente: «Quiero ayudar al hombre»..." (Eva curiosa: libro para damas, 1930, p.65)

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