Los uniformes

En 1876 se diseñó el primer uniforme usado por el Cuerpo de Mangueros. Llevaba en los dos extremos del cuello el escudo con las armas de la capital. Se le agregará un casco de cuero negro galvanizado con guarniciones de latón, una gorra de paño y un cinturón de cuero del mismo color con estuche para el hacha.

 

En 1897 se introdujo un nuevo uniforme compuesto por pantalón, polainas y una blusa azul bastante amplia para que pudieran colocarse  debajo de ella, ropa de abrigo para el invierno, dos años después, los cascos pasarían a ser de cuero y se adquirirían cinturones alemanes de tela y cuero provistos con herramienta, cuerda, mosquetón descensor y una careta para el respirador.

A partir de 1902 se dotará a todo el personal de nuevo equipamiento, de verano e invierno, con pellizas, botas y uniforme de gala con herramienta. Estos uniformes llevarán en forma de ángulo galones de estambre encarnado que diferenciaban las categorías del personal (tres para el capataz primero, dos para los segundos y uno para bomberos de primera clase). A ambos lados del cuello del chaquetón, el número de identificación de cada miembro.

Por su parte, el uniforme de gala era de paño azul tina, con el cuello y bocamangas de color corintio.

En 1908 se dotará al uniforme de bomberos de unas hombreras metálicas, que además de ofrecer protección, daban cierto toque de elegancia.

El uniforme les era entregado una vez pasado el periodo de instrucción y tras ser confirmados en el cargo.

El primer traje de protección  lo diseñó Gustavo Paulín, teniente coronel de bomberos de París. El objetivo era que les mantuviera a salvo en lugares como sótanos privados de aire respirable.

Se trataba de envolver al zapador cubierto con su casco y una blusa de becerro con una careta de talco, en cuya parte inferior había un pito de válvula para señales de emergencia. La blusa recibía constantemente el aire necesario para que un hombre pudiera respirar. Tenía en el costado izquierdo, a la altura del pecho, un agujero con una guarnición de latón a la cual se fijaba un tubo de cuero con espiral de alambre. A este tubo se le unía una manga de la bomba, a la que se hacía funcionar sin agua para enviar a la blusa una gran cantidad de aire que la hinchaba y mantenía al hombre en una atmósfera de aire fresco renovado continuamente, permitiéndole trabajar sin incomodidad entre el humo más denso o cualquier gas letal. Además, gracias a este traje los mangueros estaban a salvo de las altas temperaturas a las que estaban expuestos.

 

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