Andreu Alfaro (1929-2012)
Un món per a infants (Un mundo para niños), la escultura de Alfaro en el Museo, pertenece a la serie Generatrices. Está compuesta de 16 barras en acero inoxidable de uso industrial, rectas, de igual tamaño -200 cm- y sección rectangular, que se engarzan unas a otras por un eje. La primera y la última pletina sujetan la estructura al pedestal e inician la sucesión de varillas en abanico, produciendo una sensación de movimiento rotatorio en el espacio, relacionado con los efectos ilusorios que se utilizan en el arte óptico. El mismo tratamiento tiene la luz que, al filtrarse entre las barras, marca los contornos y confiere a la obra ingravidez, elegancia y luminosidad, acentuada por los destellos de la luz sobre el material cromado.
La disposición de las varillas parece aludir al movimiento de una noria de feria o un molinillo de viento, temas infantiles como los que se reflejan en un libro de relatos para niños, recopilado por Joan Fuster e ilustrado por Andreu Alfaro, que se publicó en los años cincuenta, precisamente con el mismo título de la obra del Museo.
Andreu Alfaro se considera a sí mismo como un heterodoxo, no sometido a ningún tipo de norma y dispuesto a defender la libertad por encima de todo. Esto explica una trayectoria artística en constante renovación, sin atenerse a modas ni corrientes estéticas, aunque ello le haya supuesto en ocasiones conseguir un menor reconocimiento.
Alfaro fue uno de los pocos artistas de su generación que se quedó en su tierra, Valencia, donde había nacido en 1929 y por cuyos intereses siempre se sintió especialmente comprometido. De vocación tardía, empezó a realizar dibujos y pinturas a los 25 años de una forma autodidacta. En su carrera fue determinante un viaje a Bruselas en 1958, donde visitó la exposición retrospectiva "50 años de Arte Moderno", en la que se mostraba una visión completa de las distintas tendencias europeas, quedando especialmente influido por Jorge Oteiza y los constructivistas rusos. Como consecuencia de ello, a su vuelta a Valencia, realizó sus primeras esculturas en alambre y hojalata con rasgos que serían definitorios del autor: composiciones abstractas de formas geométricas elaboradas con métodos constructivos, en las que hay un claro predominio de la línea.
En el mismo año Alfaro participó en la formación del grupo Parpalló, movimiento de renovación del arte valenciano, cuyo nexo de unión entre sus miembros -más que las afinidades estilísticas- era un interés común de realizar un trabajo comprometido con la sociedad.
Espacio para una fuente, en el Colegio Alemán de Valencia, y Cosmos 62, en Calpe (hoy en el IVAM), fueron sus primeras obras monumentales colocadas al aire libre, un tipo de escultura que siempre ha interesado al artista. Su estilo se definirá por el uso de formas muy estilizadas sencillas y dinámicas.
La serie mas conocida del artista son las Generatrices, composiciones muy dinámicas formadas por una sucesión de tubos, que se ordenan en el espacio creando estructuras radiales. A lo largo de los años 70 realizó muchas de estas obras en gran tamaño para grandes espacios urbanos, con un gran sentido escenográfico, de manera que, según el propio autor, modifican el ámbito que las envuelve otorgándole un carácter distinto. Un buen ejemplo es la Puerta de la Ilustración (1984-1990), situada en Madrid, en la avenida del mismo nombre. Con esta idea un tanto barroca de intervención en el entorno, organizó varias exposiciones de conjuntos escultóricos al aire libre, entre ellas la de 1985 en Brühl, Alemania.
Después de la muestra retrospectiva de su obra en el Palacio de Velázquez de Madrid, en 1979, Alfaro decidió dar un giro total a su trayectoria. Desde entonces, aparecen en sus piezas alusiones explícitas a los temas de sus esculturas. Las últimas series, muy estilizadas, están realizadas en varilla metálica -como El cuerpo humano (1985)- o en piedra, por ejemplo Las tres Gracias (1989), éstas últimas con un estudio del volúmen inusitado en el autor. Ambos procedimientos se utilizan en sus obras mas recientes sobre la figura de Goethe y la estatuaria griega arcaica.
Como reconocimiento a su trayectoria, el artista recibió en 1981 el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1995 fue seleccionado para representar a España en la Bienal de Venecia.