Primeras Bombas de Brazal
Durante los siglos XVI y XVII se luchaba contra los incendios con aguatochos y otras herramientas, pero la gran cantidad de fuegos que se declaraban en Madrid hacía necesario idear otro tipo de soluciones.
El 21 de marzo de 1721, por orden de Felipe V se mandó comprar una máquina construida en bronce en Inglaterra. Se adquirió por 68 libras esterlinas y estaba compuesta por un pequeño depósito y un maneral desde el que se ejercía la presión necesaria para elevar el agua a mayor altura, saliendo esta por la boquilla del cañón.
La bomba salió de Londres el 10 de abril de ese año y llegó en barco a Alicante, desde donde fue trasladada en carro hasta la Corte el 8 de agosto. Unos años después, en 1767, a esa máquina inglesa se sumaron otras seis compradas a Francia, con lo que Madrid disponía de siete bombas.
Dada su fragilidad, las bombas se estropeaban con frecuencia, por lo que los matafuegos y mangueros debían repararlas a menudo. Más adelante nacería la figura del maestro bombero. El primer contratado para ese puesto fue el maquinista hidráulico y constructor de bombas Juan Jorge Graupner.
Con el paso de los años se irían introduciendo grandes mejoras, como el cambio de los depósitos de madera a latón para que fueran de mayor duración y evitar fugas de agua. También se pintaron de color rojo.