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Recomendada para todos los públicos.

En esta velada de gran intensidad, la danza se eleva como ritual de trascendencia.

Una coreografía en la que la virtuosidad técnica y la entrega física se funden en una misma pulsión.

No son solo dos piezas, sino dos paisajes donde el cuerpo es llevado al extremo.

Lo que emerge no es únicamente una representación, sino un verdadero acto de transformación.

El movimiento deja de ser ornamento para volverse necesidad y urgencia. Simbiosis entre música y cuerpo en estado puro.

Los coreógrafos Jean-Philippe Dury, Luce Bron y la Chula (Yaiza López y Gonzalo Peguero) se adentran en el trance del cuerpo en un    programa doble que trasciende el gesto para convertir en renacimiento.