Adicciones sin drogas (II)
Factores que influyen en el desarrollo de una conducta adictiva
Es evidente que la mayoría de las personas que se sienten atraídas de una forma más o menos importante por un objeto o una conducta no van a desarrollar una adicción. Para la mayoría de las personas es posible poner freno a una conducta que empieza a ganar terreno en su vida, colisionando con otros intereses importantes para ella.
Es el caso, por ejemplo, del estudiante que, tras darse cuenta de que algunos juegos en los que participa (a través de internet, videoconsola, etc), le están robando un tiempo de estudio que le es necesario para obtener buenos resultados académicos, renuncia a estas actividades, prohibiéndose a sí mismo utilizarlos o bien limitando su uso a los fines de semana o a los períodos vacacionales.
En otros casos, este freno a la conducta de riesgo se pone en una etapa más avanzada, jugando en ello un papel importante los fracasos y los problemas que van surgiendo o las claras advertencias que se producen desde el exterior.
El riesgo de caer o no en una conducta adictiva o la capacidad para hacer frente con éxito a la misma en las etapas inicia les va a depender de muchos factores y es un tema que precisa ser objeto de estudio ya que las posibles conductas adictivas son amplias y complejas, por lo que no resulta fácil determinar los factores de riesgo o de protección que pueden influir en las mismas. La complejidad del fenómeno adictivo requiere de una visión amplia del mismo, desde una perspectiva interdisciplinar. La biología, la medicina y las ciencias humanas y sociales deben hacer una aproximación a la comprensión de este fenómeno desde el respeto a su complejidad, ya que sólo de esta forma se podrán hacer aportaciones que resulten útiles, no solo para su comprensión sino también para la búsqueda de soluciones.
En el ámbito de las adicciones es necesario tener en cuenta la influencia de diferentes tipos de variables, que tienen que ver con el propio individuo, con el medio social y relacional en el que se desarrolla la adicción y con la capacidad adictiva de la sustancia, de la conducta o del objeto en cuestión. Puesto que las socioadicciones hacen referencia a una amplia gama de conductas, no es posible generalizar para todas ellas unas mismas causas o factores de riesgo. Por otra parte la vulnerabilidad individual, por ejemplo, va a ser diferente para cada una de ellas. Algunos autores, tomando en consideración el conjunto de las adicciones, hablan de la existencia de una personalidad adictiva, como factor de riesgo común; sin embargo no está clara la existencia de la misma y, en el caso de que se acepte, habría que determinar si precede a la adicción o es consecuencia de la misma. Ahora bien, lo que sí parece demostrado es que, cuando concurren circunstancias o factores de riesgo importantes en los diferentes niveles de acción, se incrementaría la probabilidad de desarrollar una adicción. No es, por lo tanto, una cuestión de causa-efecto, sino una cuestión de mayor o menor probabilidad de desarrollar un problema en función de una multiplicidad de variables.
Entre los factores individuales que pueden influir en el desarrollo de esta problemática se han señalado algunas características que parecen encontrarse con mayor frecuencia entre los adictos, como son la inmadurez, la baja autoestima, la impulsividad, la baja tolerancia a la frustración y a los estímulos displacenteros, la inestabilidad emocional, la tendencia al aislamiento, la introversión o las dificultades de comunicación. Por otra parte, experiencias negativas anteriores como el fracaso escolar continuado, los conflictos a nivel familiar o laboral o el hecho de haber pasado por situaciones personales duras o traumáticas, pueden actuar como factores personales de riesgo. La presencia de cuadros psicopatológicos, como los trastornos del estado de ánimo pueden estar también en la base de una adicción.
Por otra parte y en el contexto de la vulnerabilidad individual frente a las adicciones, es necesario tener en cuenta la base biológica de las mismas y la interrelación existente entre esta vulnerabilidad y el funcionamiento de los circuitos cerebrales. Según algunos autores, las personas predispuestas a las adicciones serían personas que buscan sensaciones fuertes, como forma de compensar un bajo nivel de reactividad cerebral.
- Entre los factores socio-ambientales con capacidad de influencia hay que señalar las dificultades de adaptación y de relación y las situaciones familiares, laborales y sociales conflictivas, los problemas surgidos en el entorno escolar o en el grupo de amigos, las situaciones de estrés prolongadas, el efecto de modelado producido por personas cercanas y que resultan relevantes para el sujeto, en especial los padres, pero también de modo importante el grupo de amigos o de personas con las que se comparte tiempo e intereses comunes.
- Entre los factores relacionados con el objeto o la conducta adictiva se señalan la propia capacidad adictiva de dicho objeto o dicha conducta, la accesibilidad a la misma o la exposición a su influencia.
Algunas consecuencia de las adicciones sociales
Sea cual sea el tipo de adicción social o conductual de que se trate, se producen una serie de consecuencias que afectan con mayor o menor gravedad a las diferentes facetas de la vida de las personas que las padecen. Puesto que el abanico de posibles conductas adictivas es amplio, las consecuencias de las mismas son también diferentes, afectando más a unas áreas que a otras en función del tipo de conducta adictiva.
Entre los efectos o consecuencias negativas de las adicciones para la vida de los individuos se han descrito las siguientes:
- Alteraciones fisiológicas, entre las que se incluyen dificultad para descansar o para relajarse, estrés, ansiedad, deterioro del estado general, alteraciones de la alimentación, del sueño o inmunitarias.
- Alteraciones cognitivas, como pensamientos distorsionados, pensamiento mágico, ideas obsesivas, razonamiento restringido, pobre o nulo, etc.
- Alteraciones psíquicas y psicopatológicas: cambios bruscos de conducta, cambios de humor, irritabilidad, agresividad, empobrecimiento afectivo, descompensaciones neuróticas o psicóticas, confusión mental, alteraciones en la percepción de la realidad, intenso sentimiento de culpa, ideas suicidas, estados de ansiedad, etc.
- Problemas con el entorno social: conflictos derivados de la desatención de las responsabilidades familiares, laborales o sociales, aislamiento, disminución o desaparición de actividades de ocio saludables, alteraciones en la sexualidad, desmotivación y/o bajo rendimiento en el trabajo o estudios, pérdida de relaciones significativas, rupturas familiares, problemas económicos, actuaciones delictivas con sus consecuencias legales o judiciales, etc.
Tipos de adicciones de conducta
Si bien sabemos que cualquier conducta placentera puede ser susceptible de convertirse en adictiva si se hace un uso abusivo y problemático de la misma y en función de variables individuales y situacionales, hoy suelen categorizarse como adicciones sociales o psicológicas una serie de conductas, que se han clasificado de diversas formas en función del criterio que se tome como base.
Entre las adicciones de conducta más generalmente reconocidas tenemos:
- Adicción al juego, ludopatía o juego patológico, que incluiría, además de los juegos de azar clásicos, los videojuegos y los juegos a través de la red.
- Adicción al sexo, que incluiría las relaciones sexuales compulsivas, la adicción a la prostitución, a la pornografía, etc.
- Adicción a las relaciones, como la adicción a los romances, adicción a relaciones de pareja disfuncionales, codependencia (preocupación excesiva y a menudo inapropiada por las dificultades de otra persona), adicción a líderes, videntes, sanadores, terapeutas, etc. En este apartado se incluirían también las adiciones a las relaciones de grupo, como la adicción a sectas e, incluso, a otros grupos de corte terapéutico, filosófico, político, religioso,etc. que fomenten la dependencia.
- Adicción al trabajo
- Adicción a las compras
- Adicciónes a la comida
- Adicción a las nuevas tecnologías: Internet, teléfono móvil, videojuegos, etc.
Cómo intervenir
Ante todo, es importante prevenir la aparición de este tipo de problemáticas. El conocimiento de los factores de riesgo, tanto individuales como situacionales, puede dar la pauta acerca de lo que podemos hacer para evitar el contacto o la exposición a situaciones potencialmente peligrosas y aprender a relacionarnos con respeto con aquellas situaciones u objetos con un cierto potencial adictivo. No se trata de evitar la realización de determinadas conductas (ello nos llevaría a evitar cualquier conducta placentera), sino de tener presente la necesidad de no perder nunca el control sobre una determinada actividad o situación, permaneciendo alerta a los indicadores que puedan hacernos ver cualquier pérdida de ese control (por ejemplo si observamos que le estamos dedicando a una determinada actividad más tiempo del que realmente deseamos).
Los padres y educadores tienen, en este punto, un importante papel que cumplir, proporcionando la información y el asesoramiento necesarios, así como permaneciendo alerta ante la posible aparición de las primeras conductas de riesgo.
La educación en el desarrollo de un ocio saludable, que facilite el uso creativo del tiempo y los intercambios sociales es, sin duda, una importante estrategia preventiva, a través de la cual, desde edades tempranas los niños y niñas aprenden a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas y a desarrollar intereses y aficiones enriquecedoras y variadas, que funcionarán más tarde como factores de protección ante el riesgo de cualquier tipo de adicción.
Otras actuaciones por parte de padres y profesores, que pueden actuar como factores de protección, son la educación en valores tales como la responsabilidad personal, el esfuerzo ante los retos, la disciplina, el orden y la organización propias, la percepción crítica de la realidad, la empatía y la sociabilidad, entre otros.
Tampoco podemos olvidar el papel de modelado que ejercemos padres y educadores, ya que nuestra conducta ejerce una influencia directa en la de nuestros hijos y/o alumnos, por lo que resulta fundamental estar atentos a nuestro propio comportamiento.
Cuando las medidas preventivas y el desarrollo de factores de protección no alcanzan el resultado esperado y se produce una situación de abuso o de adicción, es importante contar con el asesoramiento y la intervención de profesionales, que puedan colaborar con la persona afectada y con su entorno próximo en la búsqueda de soluciones adaptadas a cada situación particular.
Las adicciones de conducta son, por supuesto, tratables y suelen tener una evolución favorable en la mayoría de los casos, si bien dicha evolución va a depender de muchos factores, entre otros de la gravedad y de la consolidación de la conducta adictiva. En ocasiones, el tratamiento debe prolongarse en el tiempo hasta conseguir que los cambios positivos de la conducta se consoliden.
Al igual que ocurre en las adicciones al alcohol o a otras drogas, resulta fundamental el apoyo de los familiares más próximos en el proceso de tratamiento, especialmente en sus primeras fases hasta que se consiga un mínimo grado de autocontrol por parte del adicto, ya que ello va a hacer que la evolución sea más rápida y segura. Las recaídas, cuando se producen, constituyen también un factor a tener en cuenta para que el paciente aprenda a retomarlas y a prevenirlas en un futuro, estabilizando poco a poco la situación de abstinencia.