Julio González (1876-1942)
La obra expuesta en el Museo de Arte Público, La petite faucille (La pequeña hoz), fue donada por la hija del escultor, Roberta González. Se trata de una ampliación en bronce, a partir de una obra original, realizada en hierro forjado, a menor escala (30 x 10,5 x 8 cm), de la que se fundieron varios ejemplares, que se conservan en diferentes Museos y colecciones de Europa y América, uno de ellos en la colección Julio González del IVAM de Valencia.
Según los especialistas en la obra de Julio González, esta escultura se puede fechar en torno a 1937, en plena Guerra Civil española. Esta obra, conocida también por el título Homenaje a la hoz y el martillo, es muy significativa ya que pone de manifiesto la postura adoptada por el artista durante la contienda, y está en relación con el arte beligerante del momento, influido fundamentalmente por la estética soviética.
Es un magnífico ejemplo de la tendencia abstracta del autor en el que, según la expresión por él mismo acuñada y tantas veces repetida, "dibuja en el espacio" el perfil de un cuerpo en movimiento contenido, de formas angulosas y asimétricas, en el que juega con los espacios vacíos y los volúmenes, consiguiendo "la unión de las formas reales con las imaginadas y sugeridas".
Guarda una cierta semejanza con otras obras de este momento como Dajne (c.1937) o la Bailarina de la margarita (c.1937) y, sobre todo, con algunos dibujos preparatorios para esculturas. Esta obra está ya en la línea de esculturas posteriores, de las llamadas figuras fitomórficas -de formas vegetales-, como las de la serie Hombre Cactus (1939-1940).
Julio González es uno de los grandes escultores de la vanguardia histórica internacional. Su obra es fundamental para entender la evolución de la escultura contemporánea, pues abrió un nuevo camino, no solo por ser uno de los primeros artistas que utilizó el hierro como material artístico con una función expresiva, sino también por su preocupación por el espacio como elemento esencial de la escultura.
Su influencia en las generaciones posteriores, aunque algo tardía, ha sido enorme, especialmente en los artistas ligados al informalismo, y puede ser considerado como el precedente de todos aquellos escultores cuya obra se basa en las posibilidades estructurales y expresivas de los materiales escultóricos.
Julio González nació en Barcelona en 1876, donde aprendió desde pequeño el arte de la orfebrería y del hierro forjado, junto con su hermano Joan, en el taller de su familia, al tiempo que asistían a las clases de pintura y dibujo de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y del Cercle Artistic de Sant Lluc. Los dos hermanos vivieron intensamente el ambiente de la Barcelona modernista. A finales de siglo frecuentaban la tertulia de "Els Quatre Gats", núcleo de los artistas e intelectuales más avanzados de la época, donde conocieron a Pablo Picasso.
En 1897 Julio viajó a Madrid, y la profunda impresión que le causaron las obras del Museo del Prado, le decidió a dedicarse a la pintura. En 1900 se trasladó con su familia a París. Allí se unió al grupo de Picasso y se relacionó con algunos de los artistas que habrían de renovar el arte, como Max Jacob, Maurice Raunal, Modigliani o Brancusi, los españoles Juan Gris, Paco Durrio, Manolo Hugué y Pablo Gargallo, entre otros muchos. Será especialmente significativa su relación con el escultor Pablo Gargallo, quien ejerció una gran influencia en sus primeras obras.
En París continuó sus trabajos de orfebrería, realizó numerosos dibujos y pinturas y empezó a dedicarse a la escultura. La muerte de su hermano Joan en 1908, sumió al artista en una profunda depresión que le llevo a aislarse en su casa y su trabajo. En 1910 realizó las primeras máscaras de metal repujado, en las que queda patente la atracción por la estética cubista. Valiéndose de sus conocimientos del metal forjado, experimentó nuevas formas y recursos técnicos y se preocupó por el nuevo rumbo que había de tomar el arte y el trabajo artesanal frente a la inevitable mecanización e industrialización que imponían los nuevos tiempos.
Durante la I Guerra Mundial trabajó en los talleres Renault donde estudió la técnica de la soldadura autógena, perfeccionando aún más sus conocimientos sobre el trabajo del metal, y adquirió en la calle de Odessa en París, un taller de herrero; los materiales más empleados en sus obras son el hierro forjado y el bronce. A partir de 1927, abandonó definitivamente la pintura y realizó en colaboración con Pablo Picasso las primeras obras en hierro recortado y forjado, empleando la técnica del ensamblaje, en las que rompía con los viejos conceptos escultóricos.
Su sólida formación artesana, el dibujo y la pintura, forman un substrato que no le abandonará nunca y que le permitirá asimilar las más diversas influencias vanguardistas. Su obra se debatirá siempre entre la figuración y la abstracción, entre el convencionalismo de su formación académica modernista y su incursión en la vanguardia.
La búsqueda de un expresionismo abstracto está presente en toda su obra, que alcanza la madurez en los años veinte y treinta. Las máscaras y cabezas que realizó entre 1928-1933, marcan la transición hacia un nuevo lenguaje escultórico, que en estos años se fundamenta en la construcción de complejas estructuras en hierro forjado, recortado y soldado, llegando a crear formas huecas en las que queda atrapado el espacio, como en la célebre cabeza llamada "El Tunel". En 1933 colaboró con el "Grupo de Arte Constructivo" de Torres García, exponiendo su obra en el Salón de Otoño de Madrid.
El año 1937 fue el momento cumbre de la carrera de Julio González, cuando realizó algunas de sus obras más importantes, tanto en la tendencia del realismo expresionista como en la tendencia abstracta. En este año participó en el Pabellón Español de la Exposición Universal de París en la que presentó su obra maestra Maternidad, más tarde conocida como La Montserrat, y realizó también Mujer mirándose al espejo, prototipo de sus esculturas desmaterializadas y esquemáticas de la década de los treinta.