Discurso de investidura del Alcalde de la Ciudad de Madrid
Distintos momentos de la sesión plenaria en la que ha tomado posesión como alcalde de la Ciudad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón a quien en las imágenes puede verse en el momento de su llegada al Pleno, durante la votación, el juramento y su intervención plenaria. También se recogen imágenes de la tribuna de invitados o del alcalde con la presidenta regional, Esperanza Aguirre, y el líder del PP, Mariano Rajoy, y con los portavoces de todos los grupos politicos: Manuel Cobo (PP), Pilar Gallego (PSOE) y Ángel Pérez (IU)
Ilustrísimos miembros de la Corporación; autoridades; señores Secretario e Interventor de la Corporación; señoras y señores:
La emocionante demostración de confianza que los ciudadanos de Madrid han otorgado al proyecto del Partido Popular, con amplitud inédita en la Historia de este Ayuntamiento, me proporciona la satisfacción de saludar a la Corporación recién constituida después de que le haya sido sometida mi investidura como Alcalde. Al agradecer el resultado de su voto, no hago sino enviar a los ciudadanos representados en este Salón de Plenos un mensaje que brota de poderosos sentimientos de reconocimiento y responsabilidad.
Junto a ese mensaje, quiero transmitir otro de determinación y firmeza en torno a la solidez de nuestro sistema democrático, por lo que se refiere a su cometido de erradicar el totalitarismo en nuestro país. Esta declaración puede sorprender en un día en que no todos los Ayuntamientos de España se están constituyendo conforme a una participación democrática, dado el regreso a las instituciones de los representantes del terror. Pero yo hablo por boca de Madrid, y desde esa responsabilidad confirmo la resolución de esta ciudad, como capital de los sentimientos y los proyectos de toda la Nación, de ir socavando todas las posibilidades de la amenaza totalitaria, hasta celebrar el día de su extinción. Por lo mismo, no puedo proseguir sin un recuerdo para aquellos que en cualquier momento, y de modo especial en los últimos cuatro años, han sido víctimas de ésa y otras formas del terror, como los ciudadanos cuya ausencia es siempre presencia desde el 11 de marzo de 2004, o los que sucumbieron en Barajas en diciembre de 2006. Hemos contraído con ellos el compromiso de vencer en defensa de la vida y la dignidad, porque sabemos que sólo desde la libertad ganaremos la auténtica paz. En todo caso, lo que hoy marca el tono de este acto, cuando se cumple el 30 aniversario de nuestra democracia, no es la infamia de unos pocos, sino la nobleza y el coraje del pueblo de Madrid, que en este tiempo he tenido ocasión de vivir de cerca.
Además de obedecer a un sentimiento personal, mi gratitud hacia los ciudadanos se inscribe también en una tradición de apoyo e identificación de los madrileños con sus Alcaldes de la etapa democrática. Enrique Tierno Galván, Juan Barranco, Agustín Rodríguez Sahagún y José María Álvarez del Manzano fueron Alcaldes queridos y respetados, porque escucharon a los ciudadanos e hicieron honor a los principios de diálogo y buena fe puestos en juego por la Transición. Es mi responsabilidad, al igual que la de la Corporación, cuidar ese clima de respeto que ellos personificaron, y aportar, en mi caso, nuevos elementos al perfil institucional que represento. Del éxito en lo primero, no tengo dudas, pues conozco a las personas designadas por los tres grupos para defender sus argumentos, y sé de su integridad y lealtad. De lo segundo, diré que comprometo ejercer la Alcaldía de Madrid con tres valores: dedicación, ambición en los objetivos, y amor a la innovación y la modernidad. En consecuencia, tengo muy presente el viejo dicho castellano, reformulado por Cervantes, según el cual “no es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Tal viene siendo mi humilde empeño en estos 24 años de servicio a Madrid, ya fuera como concejal, diputado regional, senador, Presidente de la Comunidad de Madrid o Alcalde, y por eso mi agradecimiento incluye a muchas personas que me han ayudado en ese reto. Empezando por mi familia, mi equipo y mis compañeros de partido, y siguiendo por los miembros de la anterior Corporación y los funcionarios y trabajadores de este Ayuntamiento.
Pero mi agradecimiento se dirige sobre todo a la sociedad madrileña, que haciendo uso de los mecanismos de diálogo y participación creados en la anterior Legislatura, nos ha orientado y ha sido un interlocutor permanente. Esa sociedad nos brinda ahora un nuevo apoyo tanto más valioso por cuanto se presta tras un periodo tan necesario como arriesgado. Porque a los madrileños se les ha propuesto en estos años una nueva concepción de la política municipal y de los horizontes que un Ayuntamiento puede trazarse, y, lejos de mostrar una reacción conservadora, han respondido muy positivamente. El desarrollo de la Ley de Modernización de los Gobiernos Locales, la Ley de Régimen Especial y Capitalidad, y sobre todo las ambiciosas metas fijadas, dentro de una vigorosa iniciativa para poner en práctica todas las capacidades de una metrópoli que destaca ya como la tercera más influyente de Europa, son prueba de este empuje ciudadano. En otras palabras: el proyecto que les planteamos, y cuya primera parte hemos desarrollado para acometer ahora la definitiva, era inicialmente complejo, como todo lo que se precie, y aún así los ciudadanos lo han asumido. Esa apuesta por el esfuerzo, el mérito y la excelencia, que cree en el trabajo y el largo plazo, que no se asusta ante la dificultad, triunfa hoy en Europa, pero lo cierto es que Madrid viene anticipándola, mediante su apoyo a una política de centro reformista, liberal e integrador, limpia de adherencias dogmáticas y dirigida al conjunto de la sociedad, bien anclada en principios, pero más allá del monólogo ideológico de las minorías.
Por eso, puedo afirmar que, tal y como revela la nítida voluntad de las urnas, hemos unido a los madrileños. Les hemos unido en torno al compromiso de seguir adelante y completar la labor emprendida. Les hemos unido tras los avances experimentados hacia una mayor cohesión social y territorial, lograda mediante los Planes de Inversión en los distritos y la supresión de barreras como la vieja M-30. Les hemos unido con un programa de fuerte contenido social que reducirá aún más los desequilibrios. Les hemos unido porque conforman en sí mismos una sociedad que, aunque plural, está bien trabada, como han demostrado en momentos de dolor y en los de esperanza.
Y de la misma manera que la propuesta del Partido Popular ha unido a los madrileños –gracias al esfuerzo de este equipo y al brillante liderazgo de Mariano Rajoy, artífice de la victoria del centro español en las elecciones de mayo–, de igual modo, estoy seguro de que la voz y la trayectoria de Madrid lograrán unir también a los españoles, a quienes ofrecemos una capital de la que sentirse orgullosos. Seguiremos sirviendo, pues, a su voluntad de concordia, y nos esforzaremos en ser aún más esa ciudad abierta, solidaria, sin blindajes, que no impone una memoria oficial a nadie, sino que respeta la de cada cual, y hacia la que los españoles se vuelven en busca de aire fresco y de respuestas. Porque en estos años hemos tenido que transmitir confianza a los españoles, al tiempo que ellos nos arropaban en los momentos de crisis, en un recíproco ejercicio de solidaridad que ha estrechado todavía más nuestros lazos. Nos hemos sentido queridos, y hemos correspondido, y por eso, de acuerdo con nuestra histórica vocación de servicio al país, renovamos ahora nuestro compromiso con los principios de libertad, justicia y pluralismo político que lo fundamentan desde 1978, así como con la Corona y las instituciones del Estado. Sabemos que estamos en esto en sintonía con los españoles, ya que, como dijo Azaña, si no existiera Madrid sería preciso inventarlo en bien de la Nación, dado que “es el centro donde convergen todas las regiones españolas y todos los intereses nacionales y donde están los representantes, políticos o no, de toda España”.
De ahí que nuestro proyecto esté abierto a todos, deseoso de incorporar al mayor número posible de voluntades. Y de ahí también que emplacemos a las otras Administraciones a dar pasos hacia el reconocimiento efectivo del protagonismo que las Administraciones locales han empezado a ejercer en el mundo de hoy, para que estén a la altura de ese reto, como de hecho apunta ya ese primer paso que es la Ley de Capitalidad, que debe culminar con nuevos medios y recursos financieros. Porque, en definitiva, lo que los madrileños quieren no es sólo un proyecto para el Ayuntamiento, sino también un proyecto para su ciudad, y todos debemos responder a esa demanda, desde la colaboración que estoy seguro sabremos establecer en distintos niveles, y singularmente con la Delegación del Gobierno y la Comunidad de Madrid, a las que adelanto ya mi mejor disposición de entendimiento y cooperación.
El proyecto que emprendimos en 2003 ha completado su primera etapa. Ésta ha servido para coronar un esfuerzo histórico por articular una fisonomía urbana muy heterogénea, desde los planes de expansión hacia el Norte de los años 30 a la labor transformadora de los 90 en el Sur. Si en esos momentos el Ayuntamiento normalizó áreas inconexas y faltas de infraestructura para integrarlas en la ciudad, lo que entre 2003 y 2007 se ha hecho ha sido culminar esa labor con una apuesta especial por las zonas más necesitadas, corregir errores como la agresión de la M-30 al río, modernizar los servicios públicos y revolucionar el papel mismo de la institución como promotora del cambio. Una vez conseguido, el objetivo es ahora diferente.
Se trata de crecer hacia dentro, mejorando la propia contextura social que da forma y vida a la ciudad. Queremos que el nuevo Madrid que estamos impulsando sirva para afrontar las peculiaridades y desafíos específicos de nuestro tiempo, generando capital social y avanzando en una calidad de vida a la altura del bienestar económico alcanzado. ¿Qué desafíos son esos? La conciliación de la vida familiar y laboral, la plena integración de la población inmigrante, la realización personal mediante la actividad deportiva, social o cultural, la lucha contra nuevas formas de desequilibrio, el interés por la sostenibilidad y el futuro ambiental, la recuperación del espacio público como ámbito de calidad que cobra valor y presencia en lugar de perderlos en la llamada sociedad hipertexto o de las telecomunicaciones.Es decir, la experiencia de lo urbano como una extensión del proyecto de vida personal o colectivo de cada madrileño, haciendo honor a la reflexión de cierto autor para quien “la ciudad es la puerta hacia las ciudades interiores, muchas veces intensas, que algunos habitan”. Como sabemos que no son sólo algunos, sino todos los madrileños, quienes llevan en sí esa ciudad interior, queremos que la exterior sea no sólo su común pórtico de entrada, sino también su plaza, su avenida, su lugar compartido de encuentro y reconocimiento.
Nos trazamos, así, el más ambicioso de los objetivos: subvertir en Madrid el cliché que presenta a las grandes ciudades como ámbitos de dureza o de soledad, para demostrar que pueden ser un espacio acogedor, cordial, manejable. De ahí la llamativa insistencia de las 763 medidas de lo que ya es nuestro programa de gobierno en las políticas de proximidad, que aspiran a que cada madrileño sienta la cercanía de su Ayuntamiento desde que pone el pie en la calle por la mañana hasta que regresa a casa después de una larga jornada de trabajo. Queremos que ese intervalo, y todos los demás, sean, por lo que a la ciudad respecta, cómodos, y que en ellos Madrid sea una ayuda, un aliado, un espacio tan amigable y colaborador como lo es la propia casa. Pretendemos, además, que el adagio medieval que dice que “el aire de la ciudad nos hace libres” cobre sentido desde el momento en que esa libertad urbana se hace real en el abanico de oportunidades que Madrid va a ofrecer a cada uno para elegir su propio camino. Esa disponibilidad permanente del Ayuntamiento, unida a nuestro instinto de justicia social, nos permitirá impulsar también una ciudad sin fracturas, equilibrada social y territorialmente, donde los problemas no degeneren nunca en callejones sin salida y donde el hombre sea un fin en sí mismo. Concebimos Madrid como una comunidad de valores de tolerancia, solidaridad y esfuerzo, y es con esa materia prima con la que vamos a construir nuestro proyecto, no desde un intervencionismo paternalista, sino desde el liberalismo maduro que confía en los ciudadanos y les apoya, persiguiendo esa utopía posible que Ralf Dahrendorf ha llamado la cuadratura del círculo, consistente en armonizar bienestar económico, cohesión social y libertad política.
Ese carácter importa tanto como el detalle de los proyectos en los que se va a manifestar, porque ésta va a ser una legislatura de arquitectura sutil, que pondrá a prueba la atención del ciudadano para descubrir en cada calle, en cada pasaje, en cada rincón, un parque nuevo, una instalación cultural o deportiva que antes no existía, una posibilidad de movilidad que pone en relación nuevas posibilidades de vivir la ciudad. Sí diré, muy resumidamente, que el Madrid que vamos a hacer aflorar será literalmente habitable, gracias a la prioridad otorgada a la vivienda, con la promoción de 24.000 viviendas protegidas, 4.000 pisos en alquiler para jóvenes, otros 10.000 en el mismo régimen gestionados por la Agencia Municipal y una inversión de 1.700 millones de euros que beneficiará a 84.000 hogares. La nuestra será, también, una urbe en la que la calidad, convertida en sello distintivo, alcanzará a los empleos que la ciudad genere, desde la concertación con los agentes sociales y económicos en un reforzado Consejo Local para el Desarrollo y el Empleo, y el esfuerzo de una Agencia de Colocación. Tanto o más que las grandes vías o las infraestructuras, que son medios, y no fines, Madrid es una ciudad conformada por el paisaje humano que componen sus familias, sus personas mayores, sus jóvenes, por los ciudadanos que prosperan y por aquellos a los que en cambio tenemos que apoyar. Esos fines son los que están detrás de las 51 escuelas infantiles que construiremos, los 66 nuevos equipamientos de mayores, las 4.100 nuevas plazas en Centros de Día, los nuevos locales de ensayo, o el ampliado SAMUR Social. El intenso compromiso que hemos contraído en las urnas con estos sectores sociales, de acuerdo con nuestra voluntad de gobernar para el conjunto de la sociedad madrileña, tendrá ese soporte material, y también una infinidad de programas orientados a hacer posibles sus propios proyectos e inquietudes: así, los nuevos recursos de conciliación e igualdad, las 60.000 becas de comedor, la teleasistencia inmediata a los mayores que la precisen, el circuito permanente para jóvenes artistas, o la atención a las nuevas adicciones sin sustancia relacionadas con la ludopatía o Internet.
Y junto a ese compromiso con las personas –que también sitúa en lugar preferente la integración de los inmigrantes, desde nuestro idioma y valores– pondremos los medios para que la convivencia sea segura, con otros 1.500 policías en las calles y un 50% más de agentes de noche y en fin de semana. Madrid será una ciudad saludable, por silenciosa, gracias a las pantallas acústicas que instalaremos, y sostenible, pues aumentaremos el uso de agua regenerada. Haremos de la ribera del Manzanares uno de los espacios más bellos de Europa, con zonas recreativas y dotacionales, desde el Salón de Pinos a la playa de Arganzuela. Cinco ejes dinamizarán la almendra central, en torno al río, la plaza de Oriente, la Gran Vía, Fuencarral y Prado-Recoletos, al tiempo que revitalizaremos Azca y todo el centro. Será una ciudad con un espacio público más amable, anchas aceras, nuevos espacios peatonales. Se ajardinarán grandes áreas, y junto al millón y medio de nuevos árboles surgirán diez grandes parques. Será fácil moverse por este nuevo Madrid, donde apoyaremos a las bicicletas con 15 km de carriles al año, y a las motos, con 9.000 plazas de aparcamiento más. El automóvil contará con 12.000 plazas subterráneas para residentes y una red de estacionamientos en las afueras. Pero el gran protagonista será el autobús: apoyado por áreas intermodales, crecerá con una malla de 30 líneas en los distritos exteriores a la M-30 y otros cuatro ejes en el interior. Y Madrid vivirá, desde luego, habitada por la cultura y el deporte: multiplicaremos las dotaciones de proximidad, construiremos cuatro espacios escénicos y crearemos o reformaremos 70 instalaciones deportivas.
Esta apuesta por las micropolíticas de calidad y por la regeneración del tejido urbano no nos distraerá de nuestro objetivo de consolidar Madrid como una gran capital internacional, próspera e innovadora. La creación de un Centro de Convenciones o la ampliación de Ifema, que se convertirá en el segundo recinto ferial del mundo, obedecen a ese fin, al igual que la colaboración con la industria tecnológica y de la moda, la extensión de redes wifi o el lugar preeminente que daremos a la ciudad dentro de la divulgación científica. Los comerciantes, el sector turístico, los jóvenes emprendedores, no serán actores ajenos a este empeño, sino auténticos protagonistas.
Pero si hay un proyecto que surge como la gran empresa movilizadora de la sociedad madrileña en los próximos años, ése es el que establece la meta olímpica. En la búsqueda de ese horizonte, Madrid ha dado lo mejor de sí mismo, ha unido a España en pos de él, y se ha sentido legítimamente orgullosa de competir con autoridad frente a ciudades que representan a potencias que se sientan en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nuestro trabajo consiste ahora en estar a la altura de esa ambición, no sólo desarrollando las infraestructuras pendientes, sino sobre todo identificando en la vida diaria el espíritu olímpico de una ciudad que cultiva esa ilusión con la vista puesta en 2016, y que tiene ya mucho ganado, porque, como dijo el barón de Coubertin, “Olimpia no duerme de una Olimpiada a otra”.
Éste es nuestro compromiso, cuyo cumplimiento podrá empezar a ser valorado por los ciudadanos en el plazo de un año. Será acometido por un Gobierno que ha sido perfeccionado respecto al anterior, con un reparto de competencias más coherente, y que está conformado por un conjunto de hombres y mujeres que no se caracterizan sólo por los extraordinarios logros de gestión pasados, sino sobre todo por su capacidad y su energía para seguir soñando los del futuro. Sé que todos ellos comparten hoy conmigo el mismo juramento que hacían los nuevos ciudadanos en la antigua Grecia: “Dejaremos la ciudad mayor, mejor y más hermosa de como la heredamos”.
Para este esfuerzo pido la ayuda de todos. La de todos los miembros de la Corporación, los de mi grupo, el grupo Popular, al que agradezco profundamente la confianza depositada en mí habiéndome encargado con su voto el ejercicio de la Alcaldía. A los miembros de los grupos municipales socialista y de Izquierda Unida, que a partir de estos momentos ejercerán la absolutamente imprescindible labor de la oposición sin la cual no se podría entender la democracia parlamentaria. Serán muchos los proyectos compartidos y los acuerdos que alcancemos a lo largo de la Legislatura y me comprometo a trabajar por la ampliación de los espacios de consenso en beneficio de los madrileños. Y serán muchos también los puntos de discrepancia. Pero es nuestra obligación que las diferencias se circunscriban al terreno de las ideas y de las propuestas e intentar que nunca generen descalificaciones ni distancias personales.
Pido ayuda a los funcionarios y a todas las personas que trabajan en este Ayuntamiento al servicio del pueblo de Madrid. Como es lógico en una democracia, la dirección política corresponde al equipo que ha obtenido la confianza de los ciudadanos. Pero sin el concurso, vocación y trabajo de los servidores públicos cualquier proyecto estaría condenado al fracaso. Pido ayuda a los medios de comunicación, que son el camino bidireccional de diálogo entre los ciudadanos y sus instituciones. Me comprometo a facilitar su insustituible labor en una democracia avanzada con la máxima transparencia e información de todos los asuntos públicos.
Y pido, al fin, ayuda a todos los ciudadanos de Madrid al margen de cuál haya sido su decisión en las urnas el pasado 27 de mayo. Ser Alcalde de nuestra ciudad, de la ciudad de nuestros padres y sobre todo de la ciudad que viven y vivirán la generación de nuestros hijos es el mayor honor que puede alcanzar una persona con vocación de servicio público y, como decía al principio de mis palabras, cuanta más confianza se recibe en las urnas más obligado se está a devolver esa confianza a los ciudadanos dando lo mejor de nosotros mismos. Seré, como he intentado en los cuatro años anteriores, el Alcalde de todos los madrileños y todos los madrileños tendrán en su Alcalde a un servidor público dispuesto a escuchar todas las voces y a intentar atender todas las legítimas demandas que le sean planteadas.
Señoras y señores concejales, ha llegado la hora de vivir Madrid, de que los ciudadanos se reconozcan y saluden entre sí, de que pongan en marcha el inmenso potencial del esfuerzo realizado y del comprometido, como miembros insustituibles de una ciudad abierta y a la vanguardia humana. En los próximos cuatro años, vamos a comprender muy bien el significado de las palabras del ensayista Karl Schlögel, que yo invito a hacer suyas a todos los madrileños: “Dondequiera que nos movamos, nos rodean siempre coágulos de trabajo vivo. Cuando hablamos de muros o edificios hablamos en verdad de seres humanos. Cuando de ornamentos, siempre de fantasías o imágenes oníricas que allí cifran seres humanos. Todo empieza a centellear ante los ojos. La ciudad empieza a bailar. Estamos allí donde toda historia empieza”.
Muchas gracias.
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