Hoy, con el tradicional y triste Entierro, el Carnaval 2011 toca a su fin

Gallardón y la Alegre Cofradía entierran la Sardina

Nota de prensa 09/03/2011
  • ¿No es propio del Carnaval -se preguntó el alcalde-  confundir derecho con revés y viceversa?
  •  En sus escritos, Julio Caro Baroja dejó bien sentado que "el Entierro de la Sardina es tradición particularmente característica de Madrid
  •  Literatos como Madoz, Larra, Federico Romero, Fernández-Shaw, incluso su abuelo, Víctor Ruiz Albéniz, fueron citados por Gallardón en su intervención

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Miércoles de ceniza. Los festejos del Carnaval llegan a su fin y la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina llora su muerte. El alcalde les recibió en la Casa de la Villa y compartió con los ilustres y apenados cofrades tan triste acontecimiento.

Hoy, miércoles de Ceniza, los festejos del Carnaval llegan a su fin. La Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina llora su muerte y se resigna a esperar un año entero para volver a vivir el desenfreno y la fiesta. El alcalde les recibió en la Casa de la Villa y compartió con los ilustres y apenados cofrades tan triste acontecimiento.

Alberto Ruiz-Gallardón se dirigió a los cofrades con las siguientes palabras:

"Un año más, con luto puntual, llegan ustedes a este Patio de Cristales de la guisa que ya describía Pascual Madoz, "llevando pendones, estandartes y mangas parroquiales extrañas [...] cantando lúgubremente, imitando a los cánticos de los entierros y aspergeando a los circunstantes en sus fingidos responsos". Y cada año que reproducen esta negra liturgia, se preguntan admirados muchos hombres de ciencia, no pocos turistas, y hasta los honrados vecinos, qué deben pensar de este insólito aquelarre, dudando si es intento desesperado de alargar el Antruejo o irremediable principio de su final. Bien saben los más antiguos plañideros que nunca estuvo bien vista por la autoridad tal dualidad, y que durante muchos años hubo campañas solicitando que se evitara el sacrilegio en miércoles de ceniza. Qué más da, en todo caso, si es principio o final. ¿No es propio del Carnaval confundir derecho con revés, y viceversa?.

Lo que es seguro, en esta labor de indagación antropológica, es que el mayor sabio que ha dado España en esta y otras materias, el gran Julio Caro Baroja, ya dejó sentado que el entierro de la sardina es tradición particularmente característica de Madrid. Lo cual viene a desmentir a aquellos que aún sostienen que nunca tuvo predicamento entre nosotros. Bien es verdad que, según Caro Baroja, la ceremonia sufrió simplificaciones que le quitaban carácter al menos desde el siglo XIX. Pero no lo es menos que también mi abuelo, Víctor Ruiz Albéniz, hombre que fue de muchos pseudónimos, que es tanto como decir de mil máscaras, pero conocido, en sus tareas de cronista local, por la muy castiza de Chispero, dio fe de exhuberancia carnavalesca en tiempos de su juventud, hará ya cosa de un siglo, cuando, según escribió, "a tan alta jerarquía llegaron las fiestas de Carnestolendas madrileñas que el Ayuntamiento se preocupó durante muchos años de darles carácter y empaque oficial, y hasta su poco de organización". No hay duda, en fin, que de la Pradera del Canal a la del Corregidor, de la dehesa de la Arganzuela a la puente toledana, de la Fuente de la Teja a la de los Pajaritos, ha proseguido el cortejo cruzando a través de modas y de épocas, con una constancia que, a decir de Pedro Montoliú, cronista igualmente de la villa, le ha merecido a este rito que sea "el único acto popular del Carnaval que se ha celebrado de una forma continuada".

Cabría esperar que en un tiempo como el presente, que solía ser el del consumo excesivo y continuo, el del hedonismo como ideal y la gratificación instantánea, el Carnaval no encontrara una especial respuesta en su llamada pagana al exceso a fecha fija, pero no por falta de atractivo, sino de novedad. Porque solo allí donde el deseo se reprime estalla luego en plenitud la subversión. Ya lo dijo Larra: todo el año es Carnaval; y siendo así, lo realmente fatigoso es perder de continuo la compostura. Y sin embargo, en medio de la crisis, ¿quién dice que no necesitemos otra vez este paréntesis de alegría y desenfreno, ante los rigores que a buen seguro aguardan el resto del año? El futuro de esta celebración queda, pues, plenamente asegurado, aunque solo sea porque las cosas no van bien, porque en medio de ese panorama da algún consuelo y porque, en definitiva, vive inserto en el propio ciclo de la vida del modo que a esta le resulta más natural, que no es el que marcan la monotonía ni la estabilidad, sino el sobresalto y la mudanza. De la misma forma que al desconsuelo otoñal de la fiesta de Difuntos se le opone el alborozo del Carnaval al rayar la primavera, y como a éste sucede el silencio, a la bonanza en que hace poco vivíamos releva hoy la apretura, antes de que regrese de nuevo la abundancia. Así, la fiesta de las comparsas se perpetúa en la rueda sin fin del karma humano, en el que pesar y alegría se encadenan sin descanso.

Si es verdad, como se ha dicho, que este sepelio tiene origen en una excursión de chistosos que en tiempos de Carlos III quisieron enterrar una partida de pescado en mal estado para poder despedirla con honores, entonces tal ocurrencia es muestra de la habilidad del pueblo de Madrid para poner al mal tiempo buena cara. Si, por el contrario, la teoría correcta de las varias que circulan es la que identifica a este humilde alimento como el tentempié de media mañana que en los trabajos se tomaba, y que en días sucesivos había de suprimirse en aras del ayuno, entonces tampoco es menor la humorada. Y no olvidemos nunca que, sea como fuere, y con independencia de los diversos parajes a los que el cortejo se ha dirigido, el fiel Manzanares estuvo siempre presente en ellos, en la riqueza y en la pobreza, dando cuerpo a la metáfora manriqueña, y siendo el río que va a dar en la mar.

Vayan, pues, a cumplir pronto su fúnebre cometido, que no ha dejado de producirse desde hace siglos, y que, según las épocas, contó unas veces con la anuencia de la autoridad y otras con su disgusto, pero que siempre, y esto es lo más importante, expresó bien el sentido lúdico y buenhumorado de Madrid.

Ya lo dicen Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw en Doña Francisquita, la inolvidable zarzuela de Amadeo Vives basada en La discreta enamorada de Lope de Vega.

Ante la exclamación de Fernando, "¡Qué alegre es Madrid en Carnaval!", su amigo Cardona responde: "El pueblo de Madrid encuentra siempre diversión, lo mismo en Carnaval que en Viernes de Pasión", para concluir los dos amigos, y nosotros con ellos, "conserve Dios su buen humor."/

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