La trashumancia, un ejemplo de sostenibilidad ecológica en Europa
- Los pastores han entregado a Botella los 100 maravedíes que en el siglo XV costaba atravesar las dehesas y prados de la ciudad
- La Ciudad de Madrid permite desde hace 14 años el paso de las ovejas hasta la plaza de Cibeles para preservar el uso de las cañadas y vías pecuarias
- La trashumancia tiene un significado reciente y de gran relevancia que se ha añadido a su valor histórico, paisajístico y social: el medioambiental
La XIV edición de la Fiesta de la Trashumancia, ejemplo de sostenibilidad medioambiental, ha coincidido este año con la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación que se celebra en la Ciudad de Madrid hasta el próximo día 14 de septiembre. La delegada de Medio Ambiente del Ayuntamiento, Ana Botella, ha asistido hoy al paso de los rebaños trashumantes por la Plaza de la Villa y ha recogido, de manos de los pastores, los 100 maravedíes que, según la Concordia del 2 de mayo de 1418, costaba atravesar las dehesas y prados de la ciudad.
En España existe una protección legal de los caminos trashumantes -cuya pervivencia apoyan varios ayuntamientos- codificada en la Ley 3/95 de Vías Pecuarias. La Ciudad de Madrid permite desde hace 14 años el paso de las ovejas hasta la plaza de Cibeles para preservar el uso de las cañadas y vías pecuarias. Concretamente, el paseo de la Castellana es un tramo de cañada, con derecho de paso para los rebaños de ganado.
La coincidencia de esta fiesta anual de la trashumancia con la Convención contra la Desertificación es una manera de que en Europa conozcan la protección que existe en España del pastoreo. Para Naciones Unidas constituye una buena muestra de sostenibilidad ecológica compatible con el desarrollo moderno.
Nómadas y trashumantes
Igual que en otras ocasiones en esta edición han estado representadas las principales culturas ganaderas de España con sus razas autóctonas. También pastores nómadas de todo el mundo que participan en el Encuentro Mundial de Pastores Nómadas y Trashumantes, que comenzó ayer sábado en La Granja de Segovia.
Al pasar por la Plaza de la Villa los pastores que encabezaban el rebaño, Jesús Garzón (presidente de la Asociación Concejo de la Mesta) y Jorge Izquierdo (ganadero de reses ovinas de raza autóctona de la Comunidad de Madrid), han leído un manifiesto en el que han pedido autorización para usar los derechos de la cañada real.
Tras la despedida, los pastores y rebaños han continuado su camino hacia la Puerta del Sol, calle de Alcalá y plaza de Cibeles, donde han dado la vuelta para realizar el camino inverso y regresar a Casa de Campo. Allí se han reunido en una comida de hermandad junto al Lago.
Historia de la trashumancia y las cañadas reales
La trashumancia, herencia viviente de la Mesta, tiene un significado reciente y de gran relevancia que se ha añadido a su valor histórico, paisajístico y social: el medioambiental. Tanto las asociaciones en defensa de la naturaleza como las administraciones son conscientes de la importancia que, desde el punto de vista de la flora y la fauna, representan estas “líneas verdes”.
Se trata de una actividad que, como desplazamiento humano tras una cabaña animal que necesita cambios de pastos estacionales, supone la adaptación a la ganadería del nomadeo de los primeros pueblos cazadores, que perseguían sus piezas de caza hace quince mil años. La imitación con ganado domestico de esta puesta en contacto de los recursos alimenticios de la sierra y las tierras bajas marcó un tipo de vida que se conoce, al menos, desde el siglo VI. Pero su importancia posterior se debe, en gran parte, a dos fenómenos: la guerra de la Reconquista y la aparición de la oveja merina.
En el primer caso fue necesaria la posibilidad de desplazamiento a los pastos del sur (extremos o invernaderos) desde los del norte (agostaderos), algo que no fue posible hasta la expansión del Reino de León hacia las “Extremaduras Castellanas”. El ganado lanar, fácil de transportar con escasa mano de obra (pastores) al interior de las fortalezas ante ataques enemigos, era una riqueza muy adecuada a la época y floreció en cuanto las condiciones geopolíticas lo permitieron.
La unión de los pastores y propietarios se organiza en los siglos XI y XII. Su ordenamiento duró desde la creación del “muy honrado Concejo de la Mesta” en 1.273 con Alfonso X, hasta su abolición en el trienio liberal de 1820-1823, y su total desaparición en 1936.
El segundo factor, la aparición de la oveja merina, se desconoce en su origen, pero parece que se debe al cruce intencionado de ovejas autóctonas con razas traídas por los almohades (los beni-merines) del norte de África. Se trata del primer caso en el mundo de mejora genética con un fin específico (mejora de la lana). Su éxito fue tal que el grosor de la fibra llegó a dividirse por cuatro, afectando a la economía castellano-leonesa y a toda la industria lanera de Europa, que llegó acaparar este producto casi en su totalidad. Si en 1474 se contaban tres millones de ovejas trashumantes que alcanzaron los tres y medio en el siglo XVIII, la época de mayor esplendor.
La necesidad de pastos buenos y frescos para sustentar esta cabaña, unida al clima mediterráneo de sequía y calor en verano, obligó a los largos desplazamientos, con jornadas de hasta 30 kilómetros diarios y siete meses fuera del hogar. La trashumancia creó un tipo de vida y de hombres y se convirtió en un fenómeno económico, social y cultural único en el mundo, que es necesario conservar.
El movimiento de este gran número de reses, y la necesaria protección de la agricultura y los montes colindantes, obligó a promulgar una extensa y complicada legislación. Aparecieron así diversas categorías de desplazaderos (cañadas reales de 72,22 metros de anchura, cordeles de 37,61 metros, veredas de 20,89 metros y coladas de unos cuatro metros de anchura) que surcaron todo el territorio español.
La longitud total de estas vías pecuarias alcanzó los 125.000 kilómetros, más de diez veces la actual red de ferrocarril, y alrededor de 425.000 hectáreas (prácticamente lo mismo que la provincia de Alicante, el 1% del territorio nacional.) Incluían infraestructuras como puentes, vados, sesteaderos, fuentes, abrevaderos, majadas, ventas y ermitas, que se recorrían dos veces al año. Actualmente queda un 60% de esta riqueza única y excepcional.
Aunque las cañadas eran trazadas por el medio rural, en muchas ocasiones era inevitable el paso por grandes ciudades como ocurre en Palencia, Valladolid, Soria y Madrid, donde era cañada real la calle de Alcalá, punto del camino hacia Alcalá de Henares.
De hecho, existían tres grandes ejes: “el oriental o de La Mancha”, “el occidental o cañada leonesa”, y “el central o segoviano”. Los dos últimos atraviesan la Comunidad de Madrid, y “el central o segoviano” pasa por la capital./