Actuaciones clínicas y decisiones éticas en un centro de acogida de animales
El problema de la superpoblación de perros y gatos es un hecho ante el que nos encontramos diariamente, la actitud del ser humano ante los animales ha determinado una tenencia irresponsable que conduce a muchos animales a los Centros de Acogida, ya sean privados o de carácter público.
Los Centros de Acogida, un recurso meramente paliativo, se encuentran en numerosas ocasiones desbordados por un flujo de entrada incesante, con medios y espacio insuficientes para atender tanta demanda, y falta de adoptantes adecuados, entre otros problemas.
Ello determina que algunos de estos Centros consideren el sacrificio de animales como un recurso necesario para una adecuada gestión así como para prevenir situaciones de maltrato animal. La controversia moral, ética y técnica al respecto es considerable y especialmente apasionada entre los profesionales técnicos, auxiliares, etc. que trabajan en estas instalaciones.
Estas decisiones han de ser adoptadas, en base a criterios siempre subjetivos, y subordinados a los condicionantes éticos particulares de cada profesional, lo que puede conllevar importantes conflictos éticos y personales a la hora de establecer y unificar criterios en la elección de los animales que deben ser sacrificados, así como en el hecho de proceder a llevar a cabo el acto de la eutanasia en sí mismo.
El propósito es realizar consideraciones que puedan ayudar a enfrentarse de una forma sistemática con esta circunstancia. Determinar cuando la eutanasia es tal “eutanasia” o mero sacrificio, sugerir posibles medios para minimizar el empleo de este recurso y como resolver esta aparente paradoja, el que como veterinarios tengamos que matar animales para promover el bienestar de los mismos.
¿Qué es un Centro de Acogida?
Los Centros de Acogida constituyen la respuesta actual a la necesidad de intervención inmediata en relación a los animales abandonados, vagabundos o perdidos.
Históricamente surgen de la confluencia de dos tendencias:
Los Centros de adscripción administrativa, esencialmente municipal, que tenían por misión velar por la Salud Pública en relación con la presencia de animales vagabundos (por su intervención como reservorios o vectores en la difusión/transmisión de diferentes patologías, o por el riesgo de agresiones o accidentes que suponía su presencia) y en especial la vigilancia de la Rabia. A estas instituciones, frecuentemente denominadas perreras, se le ha reprochado, en multitud de ocasiones el hecho de sacrificar masivamente animales y no velar por los Derechos de los mismos, incluso con acusaciones de crueldad en algunos casos.
Las Sociedades de Defensa y Protección de animales, en respuesta a esta situación, desarrollaron sus propios refugios, denominados albergues, optando por el fomento de la adopción, como solución al problema generado. Si bien es un modelo que ha funcionado adecuadamente en la mayoría de los casos, en ocasiones han existido albergues que se han convertido en centros de acumulación de animales, generando graves problemas de salud para animales, personas y entorno, y desencadenando situaciones de maltrato muy lejanas a su teórico objetivo.
Dentro del ámbito de lo público, el modelo que actualmente se busca es un nuevo paradigma que permita el paso del antiguo concepto de “Perrera” al de “Centro de Acogida”, donde de forma técnica, siguiendo criterios científicos extraídos de la incipiente base de evidencias al respecto, se persiga simultáneamente la consecución de los objetivos de salvaguardia de la Salud Pública y de la seguridad, encomendados a las diferentes administraciones competentes, al tiempo que sirvan de base para acciones educativas colaterales. En estos centros los animales recogidos se valoran, se tratan adecuadamente y, si es posible, son dados en adopción con el fin de crear un vínculo estable con el ser humano.
El que dicho paso no se quede en un mero eufemismo y sea una realidad depende de los agentes implicados, ya sean públicos o privados, y que cada centro, con sus peculiaridades propias, responda de manera realista a los problemas que se le plantean.
Obviamente, cada centro presentará sus propias peculiaridades, debido, fundamentalmente a los diferentes criterios existentes entre las distintas entidades que los respaldan, estribando, una diferencia básica, en los criterios de admisión.
Así, un Centro público de carácter abierto debe absorber una mayor entrada de animales, que viene determinada directamente por la demanda que el volumen de abandonos define, y respecto a la que no puede establecer restricción alguna. Por el contrario, un Centro privado, siempre que funcione como tal, puede restringir dicha entrada de animales en función de los criterios que libremente establezca, pudiendo ello adoptar protocolos más o menos estrictos de valoración de los animales para su sacrificio.
Por todo ello, es necesario recordar que, dentro de su marco de actividad, la eutanasia de algunos de los animales albergados se constituye como un acto clínico más, que por otro lado, se realiza de forma frecuente en la práctica clínica veterinaria. Como tal acto está afectado por los mismos principios éticos que afectan a la generalidad de ellos: no maleficencia, beneficencia, justicia y autonomía.
A través de ellos, se persigue, provocar un beneficio, minimizando posibles daños causados o futuros, desde criterios de equidad y responsabilidad.
Para ello, es necesario el establecimiento de criterios objetivos de valoración de los animales que permitan adoptar decisiones respecto a su adoptabilidad, siempre desde el respeto a los principios éticos señalados con anterioridad.
La importancia ética y técnica de la materia ha llevado a un grupo de veterinarios a repasar los criterios y principios señalados con anterioridad, elaborando un documento de reflexión en el que se detienen sobre los distintos aspectos de este delicado y serio problema, del que esta primera parte es tan solo un avance.
Juan Mª Josa Mutuberría. LaVetpa.
Mª José Montes Martín. Departamento de Servicios Veterinarios. Madrid Salud. Ayuntamiento de Madrid
José Fco. Capacés Sala. Coordinador Comisión Ética de AVEPA